A pesar de la aconfesionalidad que consagra la Constitución, en el Estado español se mantienen todavía claros signos de confesionalismo. Pueden verse en centros educativos, en la simbología que persiste en instituciones o actos públicos, en los beneficios ante el fisco que tienen las confesiones religiosas, en las tomas de posesión de representantes políticos o en los actos litúrgicos, casi siempre católicos, en los que participan funcionarios y cargos públicos.
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